Meditemos con gran amor la voz de Dios

miércoles, 6 de febrero de 2008 en 19:06
ADORACION AL REY SUPREMO



INDICACIONES:
LEA UNA MEDITACION DESPACIO Y GUARDE UNOS 2 MINUTOS DE SILENCIO, LUEGO 2 AVES MARIA, LUEGO SILENCIO Y DEPUES UN CANTO O UN PADRE NUESTRO Y ASI SUCESIVAMENTE…

A - 1. La santa Comunión.
Dice Jesús: “¿Saben lo que es una comunión? Compárenla a una pequeña avecilla que se cobija bajo el ala materna. Cuando yo entro en ustedes y siento su amor, si ojo humano pudiera verlo, vería cómo mi corazón envuelve a mi criatura, como un ave madre envuelve y cobija a su polluelo para ampararlo y alimentarlo. Ah, si lo comprendieran, no dejarían de recibirme un sólo día”.

“La misión nueva de ustedes será acercar a una mayor cantidad de hijos míos a la mesa santa, en la cual reciben de mis manos la Sagrada Eucaristía, donde me presento traspasado de amor y de ternura, para que me posean por una eternidad; para que me reciban con gozo, con esperanza y gratitud. - Quien recibe el pan de vida de manos de un sacerdote, lo recibe de mis manos en conmemoración mía”.

“Consideren la dignidad infinita con que los honro al invitarlos a mi Eucaristía. Siéntanse motivados a venir a mí, al meditar en las maravillas que me obligo a obrar para hacerme presente en este misterio. Ustedes se apartan al menor tropiezo; y yo hago una infinidad de prodigios a fin de llegar hasta ustedes, para consolarlos, para socorrerlos, para conducirlos al puerto de salvación. Y si ahora van a verme sobre el altar, no es sino para que yo pueda alargarles la mano a fin de concederles todo lo que pidieren. He aceptado tomar sobre mí profundas humillaciones, con tal de elevarlos a ustedes a tanta grandeza”. (Man. 39 y 55)

A- 2. Jesús en el sagrario. Imiten a mi Apóstol Juan.
Dice Jesús: “Quiero que vivan la familiaridad íntima que el apóstol Juan tuvo conmigo; y como a mis apóstoles les digo: “Esta es mi morada, donde quiero que me visiten. Mis delicias son estar con los hijos de los hombres; por eso vine y estoy en este sagrario”.

“Oren ante la Eucaristía, que los ama tanto. Desde este sagrario repitan como el leproso: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí; si tú quieres puedes sanarme”. Oren ante este cuerpo mío. Griten a mi Corazón rodeado de llamas, que quieren que los sane, no en la superficie, sino el fondo de sus seres. -- Desde esta cárcel de amor les digo como dije al paralítico: “Hijos, sus pecados les son perdonados. Y para que sepan que tengo poder, levántense, tomen su lecho y caminen”. Quiero que miren en esa parálisis la tibieza de sus almas, en lo que se refiere a su salvación y santificación”.

“Contemplen este sagrario abierto para ustedes, este cuerpo mío delante de los hijos de los hombres, y piensen cuán infames serían si se ocupasen más del cuerpo que del alma. Reciban el beso de mi santa Madre, que ha depositado en su frente durante esta vigilia de oración delante de mi santísimo cuerpo”. (Man. 77)

A - 3. Santa Comunión. Valor inmenso.
Dice Jesús: “Salgan a enseñar al mundo que los rodea. Cuán poco conocen, hijos míos, cuán poco saben la grandeza del bien que se les ofrece en los altares, y lo mucho que pierden al alejarse de la santa Comunión. ¿Quién no volaría en busca de un tesoro inmenso, si supieran dónde encontrarlo? ¿Quién no se apresuraría por ir al convite de las bodas de un gran rey, donde todo fuese delicioso y de la mayor magnificencia, si se le hiciera el honor de invitarle?”.

“En la santa Comunión se les presenta un tesoro que hace las riquezas del cielo y de la tierra; se les ofrece una dignidad que es infinitamente superior a la de los reyes y emperadores. Porque una sola Comunión les da infinitamente mayor gloria que les darían todos los cetros y todas las coronas de la tierra. Se les hace el honor de llamarlos al banquete de las bodas del Rey de reyes. Empleo los máximos esfuerzos de mi poder para dar este regalo a mis amigos”.
“¡Oh ceguera de los hombres! Es tanta la gracia que reciben en la santa Comunión, que, aun cuando fuera necesario comprar la felicidad de comulgar una sola vez, con la pérdida general de todos sus bienes, con penas y trabajos inmensos, con ignominias y oprobios infinitos, yendo hasta las extremidades del mundo, aun entonces deberían sujetarse a todo esto gustosamente para lograrla. Y aun a este precio no les sería muy costosa su posesión. Este es el paraíso en la tierra, que he plantado expresamente para hacerlos gozar en esta vida de un gusto anticipado de la felicidad en el cielo. En él se halla el árbol de la vida, cuyo fruto hace inmortales a los que lo comen”. (Man. 87)

A - 4. Santa Comunión. Valor inmenso.
Dice Jesús: “Qué locura desterrarse a sí mismos de este paraíso, alejándose de la santa mesa, y privándose del fruto de vida que puede por sí solo librarlos de la muerte eterna. - Comulgar es hacer alianza y unirse muy estrechamente conmigo; es gozar la dicha de tenerme por padre, por amigo, por esposo, por herencia; es recibir como regalo los méritos de mi muerte y de mi sangre, y ofrecerlos a mi Padre como remisión de los pecados cometidos, como precio del Reino del cielo, como prenda de la promesa que les ha sido hecha. Comulgar es llegar a mí, el más poderoso socorro que jamás se haya concedido a los hombres. Siendo así, ¿puede alguien vivir con indiferencia acerca de la santa comunión, sin renunciar a la fe y al cristianismo?”.

“Los exhorto a llegar a mi mesa; les manifiesto mi gran deseo de que coman en ella. Allí yo les sirvo un alimento divino, que encierra todo lo que hay en el mundo de más exquisito y excelente. ¿Podrán negarse a mi invitación sin que la injusticia que me hacen me obligue a desterrarlos de mi convite eterno? Entren en espíritu en mi divino Corazón, para considerar el ardiente amor con que los amo. Este amor me lleva a querer unirme con ustedes de una manera muy íntima”. (Man. 87)

A - 5. Jesús en el sagrario. Visítenme en los tabernáculos.
Dice Jesús: “Sepan que mi presencia sobre sus altares da gracia a todos sus trabajos, y hace un día eterno por todo el universo, puesto que jamás los dejo. El sol es la fuente de toda luz en el mundo sensible: alumbra al mismo tiempo el cielo y la tierra, comunicando la luz a los astros. Yo soy luz en este misterio de amor, y soy el origen de toda luz en el mundo espiritual”.

“El sol da fecundidad a la tierra y al mar; hace producir diferentes especies de plantas y animales. Yo soy la fecundidad para sus almas y sus cuerpos, para hacerlos producir infinidad de santas acciones y obras buenas. Por la santa comunión, yo derramo en sus corazones la gracia y el poder, para que todas sus obras sean obras de vida”.

“En la Eucaristía. hijitos míos, me doy infinitamente; no me reservo siquiera lo que tengo de más querido y lo que me toca más de cerca, que es mi gloria y mi propia persona. Doy con gozo mis dones a todos, y sin poner límite a ninguno. No existe hombre, por desdichado y pecador que sea, a quien no dé bienes infinitos y todo lo que tengo, cuando viene a mí con amor”. (Man. 89 y 97)

B - 1. Jesús en el sagrario. Oración ante Jesús Sacramentado
“Me postro a tus pies, Redentor mío. Los beso y abrazo millones de veces para darte una pequeña muestra de mi gratitud. Te doy gracias con mi mayor ternura, por la bondad infinita que tuviste al venir a rescatarme. Me ofrezco y consagro mil veces a ti, para ser siempre tu esclavo o esclava; y confieso que, aunque sacrificara mil veces mi cuerpo, mi alma, mi vida y todo lo que depende de mí, no podría suficientemente agradecer todo el bien que me has dado”.

“Rompe las cadenas con las cuales mis enemigos me han atado: las de mis pasiones, de mis hábitos malos, de mi mal carácter. Rompe, con la fuerza omnipotente de tu brazo, todo aquello que en mí te lastima. - Amado mío Jesucristo, has instituido el Sacramento de la Eucaristía, no sólo para anunciar tu última venida, sino también para suministrarnos el socorro que necesitamos para prepararnos a nuestra última hora. – Oculta mi alma en tus sagradas llagas, y purifícala de todos los pecados con los cuales se ha manchado durante su vida. - Ahora estoy aquí al pie de tu altar, y te pido las gracias y auxilios que necesito para amarte más, para hacer mejor tu voluntad, y para tener una santa muerte. Amén”. (Man. 89 B)

B - 2. Santa Comunión. Oración para prepararse.
“Dios mío, debo preparar todos los días tu morada en mi corazón. Sin embargo, te pido que seas tú mismo quien se encargue de prepararla, porque ¿cómo haré yo, miserable criatura, para ser digno de ti? -- Señor, la santidad es el adorno de tu casa. Te suplico llenes mi alma de santidad. Ejecuta en ella cosas grandes y magníficas, para que se haga una morada digna de ti. - Prepara tú mismo mi alma antes de venir a ella, disipando las tinieblas con la claridad de tu luz”.

“Ven, Espíritu Santo, a disponer mi corazón para recibir al divino Jesús. Ven a purificar mi corazón; ven a abrasarlo con los fuegos sagrados de tu divina caridad. Divino Jesús mío, tu enviaste en otro tiempo tu Espíritu Santo a preparar el seno de María, para que ella te recibiera en el misterio de la encarnación: envía hoy, te suplico, el mismo Espíritu, para preparar mi corazón a recibirte en el misterio de la Eucaristía”. (Man. 91)

B - 3. Santa Comunión. Oración para prepararse
“Sangre adorable de mi Jesús: purifícame de todas mis inmundicias, para que pueda recibir dignamente a mi divino Redentor. Te ofrezco, Jesús mío, todos tus méritos y santidad, con los de tu amantísima Madre, con los de todos los santos y ángeles. Acéptalos, te ruego, como suplemento de las disposiciones que me faltan para acercarme dignamente a este gran misterio”.

“Prepara, alma mía, los caminos del Señor. Antes de que venga, endereza lo torcido, baja lo elevado, rellena los baches, limpia lo impuro, adórnalo con las flores de todas las virtudes. - ¡Qué dicha tan grande es para mí, hospedar al Dios de todo el universo! Dilata, alma mía, tu corazón, para recibir la abundancia de gracias y favores, con que tu divino Salvador quiere hoy colmarte. Sólo pide un corazón espacioso y capaz de contenerlos. Arroja de tu corazón todas las criaturas, para disponerlo a recibir sus maravillosas efusiones. -- Ven, deseado de mi corazón; ven, objeto de todos mis votos y deseos; ven mi gloria, mi tesoro y mis delicias. Amén”. (Man. 91)

B - 4. Jesús en el sagrario. Estoy siempre con ustedes; pero ustedes me abandonan.
Dice Jesús: “Debería impulsarte a amarme más, el considerar las maravillas que he tenido que hacer para hacerme presente en este misterio. Tu te apartas a la menor dificultad que encuentras al venir hacia mí; mientras yo hago una infinidad de prodigios, que jamás han tenido semejanza, a fin de ir hacia ti, y hacia todos los hombres, para consolarlos en este triste destierro, para protegerlos de los grandes enemigos que han jurado perderlos; para socorrerlos en sus más urgentes necesidades; para conducirlos por tantos peligros al puerto de la salvación; para alejarte del profundo abismo de miserias en que estás sumergida; para oír tus peticiones y concederte, unas veces todo lo que deseas, otras veces, para concederte alguna cosa mejor. No les hago visitas pasajeras; no estoy en la tierra solamente por temporadas: vivo en ella continuamente, para estar siempre con ustedes. No te abandono un solo momento”.

“Hijos míos, por el ardor que profesan a la Eucaristía, su misión es llevar a sus hermanos mi mensaje, de que consideren los sagrados excesos donde me transporta mi amor para ustedes. El mundo ya no hace ningún caso de mí en este misterio; es como si me colocase en el número de los muertos, de quienes ha perdido la memoria, o en el número de las cosas que jamás han existido, pues no quiere reconocer mi presencia real en este Sacramento. – Ustedes serán contados entre mis elegidos, porque al igual que los ángeles y bienaventurados, hacen resonar sus alabanzas en honor a mí”. (Man 93 y 94)

B - 5. Jesús en el sagrario. Vengan a mí.
Dice Jesús: “Hijitos míos, vengan a descargar a mis pies la pesada carga de sus pecados. Vengan a buscar en mí la fuerza de rechazar al enemigo doméstico que llevan dentro de ustedes: su concupiscencia. Vengan a reprimir la violencia de sus pasiones, a corregirse de sus malos hábitos”.

“Vengan a buscar socorro en el seno de mi misericordia, para librarlos de la corrupción de de este mundo. Vengan a mí, para que yo pueda librar sus mentes y corazones de tantas malignas influencias, de los malos consejos y malos ejemplos que les dan sus falsos amigos. Vengan a mí, para que yo pueda librarlos de los atractivos seductores de las riquezas y de los placeres. Vengan y abríguense entre mis brazos para buscar asilo contra el furor de sus enemigos invisibles, que los rodean continuamente para perderlos, y de cuyo poder y astucia no podrían ustedes resistir solos. El menosprecio, la persecución, la enfermedad, y una muchedumbre innumerable de miserias y males, no los dejan descansar; pero yo detendré su furia, y les daré fuerza para que puedan soportarlos, de manera que serán coronados”. (Man. 95)

C - 1. Ablanda tu corazón
Dice Jesús: “Hijo mío, ablanda tu corazón. Que no permanezca más tiempo frío cual el mármol y duro cual diamante en esta hora de ingratitud del género humano. Si el último de los hombres hubiese hecho por ti un milésimo de lo que yo hago en el misterio de la Eucaristía, no podrías menos que amarle. ¿Y no te concedí yo hermosos presentes haciéndote soberano de los animales de la tierra, de las aves del cielo y de los peces del mar, y aún enviando a mis ángeles para que te sirvan y te acompañen por todas partes? ¿No me despojé bastante por ti cuando descendí del cielo, y me revestí de la naturaleza humana en el misterio de la encarnación? ¿No sufrí bastante por tu salvación en el transcurso de mi vida y en mi muerte? ¿No he llegado al exceso y al extremo del amor descendiendo por ti a los altares, y permaneciendo noche y día en los sagrarios?”.

“A cambio de todo eso sólo les pido amor, hijos míos. Ámenme con todas las fuerzas y perfección de que son capaces. Conviertan todos sus miembros en corazones, y conviertan sus corazones en llamas ardientes, para que con los ángeles y bienaventurados del cielo, y con todos los justos de la tierra, comprendan el amor infinito que les manifiesto en este misterio de amor”. (Man. 99)

C - 2. Gocen de los resplandores de la Eucaristía
Dice la Santísima Virgen: “Hijos míos, en el momento en el cual, el cuerpo de Jesús está expuesto en la sagrada Eucaristía, agradézcanle. El es el Sol de gloria que alumbra a todo el mundo, y cuya luz jamás se eclipsa. Gocen de sus resplandores. Corran, hijos, a él. El es la escuela santa, donde se tiene la dicha de ser instruido por el Padre celestial, para aprender las verdades de la salvación. Es allí donde todos recibirán el perdón de sus pecados. La Eucaristía es el océano de todos los bienes, de donde salen sin cesar arroyos y ríos de gracia. Pídanle que llene con sus divinas efusiones toda la capacidad de sus almas”.

“Siéntanse, al igual que yo, transportados de amor y reconocimiento para con él, puesto que él es el Arca de la alianza, que los hace entrar en una dichosa sociedad con Dios. Es él quien permite que esta Madre suya les alcance continuamente una infinidad de favores del cielo. - La Eucaristía es el Arca de Noé: sólo en ella se puede esperar la salvación, y todo el que está fuera de ella perece. La Eucaristía es el Arca que recibe en su seno, no a un pequeño número de personas, sino a todos los que quieran entrar en ella para salvarse. La Eucaristía es el carro de fuego que transporta al paraíso no solamente a Elías, sino a todos los que se unen a Jesús, despojándose de la capa de sus afecciones terrenas”. (Man. 102)




C - 3. Jesús en el sagrario. Oración al Corazón de Jesús
“Corazón de Jesús, manantial de amor, de gracia, de luz, de santidad: derrama en mi corazón esos dones que posees en abundancia; vuélvelo manso como el tuyo, humilde como el tuyo, sencillo, paciente, obediente, diligente como el tuyo. - Ablanda la dureza y obstinación de mi corazón; modera sus afectos, dale parte en tu pureza, comunícale tu rectitud, enciende en él tu fervor, inspírale tu valor, imprímele todos tus movimientos, y no permitas que jamás siga a otros. A ti te toca, como Soberano de todos los corazones, gobernar, arreglar y conducir el mío”.

“Sacratísimo Corazón de Jesús: ven tú mismo a ocupar mi pobre corazón para comunicarle la vida, el calor, la alegría. Ven a encenderlo, a darle un poco de tu santidad y perfección; así ya no temeré faltar al amor que debo a Dios y al prójimo, porque tendré dentro de mí el origen de toda caridad. Ya no temeré más el infierno, porque llevaré dentro de mí a Aquel que ha ganado para mí el cielo, cuya dulzura y felicidad empezaré a gustar en este destierro, para saciarme plena y eternamente en la eternidad. Amén”. (Man. 107 B)

C - 4. Jesús en el sagrario. Acérquense a este divino misterio.
Dice la Sma. Virgen: “Soy la Madre de la Eucaristía. Soy quien aboga por la misericordia del Señor para mis hijos. Acérquense, hijos del mundo entero, al Sagrado Misterio que les ha regalado Jesús, al lugar en el que tantos santos han hallado su reposo, su alegría, su felicidad”.
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“La Eucaristía es el tesoro del mundo, que enriquece del mismo modo a ángeles y a hombres, dejando que tomen para sí todo lo que quieran. La Eucaristía es el templo del Señor, que siempre está lleno de su gloria, y en el cual cada uno tiene la absoluta libertad de entrar para adorar su infinita majestad. La Eucaristía es el único altar sagrado, en el cual Dios recibe las ofrendas, y a donde nos manda llevemos todas las nuestras. La Eucaristía es el holocausto perfectamente agradable a los ojos de Dios, y que, por nuestra unión con él, hace también de nosotros un holocausto, o total ofrenda al Padre”.

“Acérquense a ese Vaso admirable que es la obra más maravillosa del Altísimo, en el cual su poder, su sabiduría y su bondad parecen haberse agotado. Agradézcanle por el amor en el que se abrasa por ustedes, por la bondad que los atrae, y por el continuo cuidado que tiene de ustedes en todo. - Pídanle perdón humildemente, porque él pone su gloria, no en castigar los pecados, sino en perdonarlos. El es el pontífice que los reconcilia con el Padre. No desprecien, hijitos, esta abundancia de bienes que es el paraíso creado para ustedes, y que innegablemente tiene como puerta de entrada la sagrada Hostia”. (Man. 109)

C - 5. Jesús en el sagrario. Soy el buen Pastor
Dice Jesús: “Hijo mío, ven a mí. Te invito a que te refugies en mi Corazón, ya que está siempre pronto a recibirte, a socorrerte en tus necesidades, a colmarte de sus beneficios. Extrae de él la caridad, la obediencia, la paciencia, la pureza, la dulzura y todas las virtudes que quieras alcanzar. Te espera todos los días, como una fuente que anhela saciar tu sed”.

“Soy el Pastor que se entregó sin vacilar para salvar su rebaño. Soy el Pastor que viene a ustedes para evitar que se descarríen, y sean devorados por los lobos que los acechan a cada instante. Soy tu Pastor, hijo mío. Quiero curar tus llagas y darte a comer un alimento infinitamente delicioso. Si tu alma muere de hambre y debilidad, yo restableceré sus fuerzas. Si has desobedecido ingratamente en muchas ocasiones; si has herido y despedazado a otras ovejas de mi rebaño; si has hecho descarriar ovejas contigo; si has infectado a otras ovejas con tu mal ejemplo; si has emponzoñado a otras por tus malas pláticas; no recordaré más. Sólo te pido que me abras tu corazón”. Man. 103 y 114)



D - 1. Jesús en el sagrario. Soy el buen Pastor.
Dice Jesús: “Te demuestro el exceso de mi amor. Ha sido mucho el camino que he recorrido, corriendo detrás de una oveja que huía maliciosamente de mi encuentro. Sólo te pido que me abras hoy tu corazón, para descansar en él de las fatigas que me he tomado en buscarte y poseerte, en alimentarte, vivificarte y hacerte dichoso”.

“Otros pastores toman la lana de sus ovejas para aprovecharse, y se alimentan con la leche de sus ovejas. Yo alimento a las mías con mi propia carne y sangre. Otros pastores se cubren con el bellísimo ropaje de sus ovejas; yo visto a las mías de mí mismo. Ellos las venden y las matan para su propia utilidad; yo me he dejado vender a mí mismo para rescatar las mías, y me he entregado a la muerte para salvarles la vida. - Si estás ciego, yo te daré la vista; te curaré cuando te enfermes; cuando no puedas andar, te llevaré sobre mis hombros; te alimentaré si tienes hambre; te esperaré cuando no puedas seguirme; si caes en debilidad, te fortificaré; si eres oveja terca y desobediente, te corregiré. Si estás por perderte, te guiaré; cuando los lobos te ataquen, te defenderé”.

“Me ha llevado mucho tiempo tu salvación. He derramado sangre por rescatarte, y he llorado mucho tiempo tu pérdida. Hoy quiero consolarme con tu regreso. ¡Ven, hijo mío! He bajado del monte santo, porque deseo apacentarte con el divino alimento que he preparado para que sea tu fuerza, tu alegría y tus delicias. Soy a un mismo tiempo tu pastor, tu pasto y tu vida”. (Man 114)

D - 2. Jesús en el sagrario. Consagración a Jesús.
Dice Jesús: “Les he dicho, hijos míos, que en la Eucaristía está mi cuerpo y mi sangre. Crean en mi palabra que es inefable. Ahí está mi cuerpo, que nació del seno purísimo de la Santísima Virgen; el que ha sido clavado en la cruz por la salvación del género humano. En la Eucaristía está mi sangre, que salió de mi costado, de mis llagas; mi preciosa sangre, porque cada gota fue un torrente de amor. Crean que mi alma santísima, mi persona y divinidad, se hallan igualmente presentes en la Eucaristía, porque están unidas a mi cuerpo y sangre. También están presentes en la Eucaristía las Personas adorables del Padre y del Espíritu Santo, porque son inseparables de mí”.

“Oh Jesús mío, te ofrezco mi alma, mi vida, mis sentidos, mis fuerzas y todo lo que soy, en perfecto holocausto de amor. Te ruego aceptes la víctima que te presento, y consuélame en las llamas de tu ardiente caridad. Que ese fuego ardiente que hay en tu divino Corazón, descienda sobre mí para consumirme enteramente. Porque no pretendo ofrecerte un sacrificio ordinario, como el que se ofrecía en la ley antigua, en el cual el que lo presentaba partía la víctima y comía una parte de ella, mientras la otra se quemaba en tu altar. Yo tengo el propósito de ofrecerte un perfecto sacrificio, en el cual todo sea consumido enteramente a gloria de tu santo nombre, sin que nada quede para mí, ni para nadie más”. (Man 132 y 131 B)

D - 3. Jesús en el sagrario. Misterio inefable.
“En la Eucaristía mi sagrado cuerpo está unido con mi sangre, y ambos están presentes en cada una de las especies. Crean que en el momento en que el sacerdote ha dicho las palabras sagradas, el pan y el vino se han convertido en mi Cuerpo y Sangre, que quedan ocultos bajo las apariencias del pan y del vino. Aunque los sentidos sientan el gusto a pan, y vean el color de pan, sin embargo, convénzanse, basados en mi palabra, de que eso ya no es pan, sino verdaderamente mi Cuerpo. Mi palabra nunca pasará. Tengan una fe viva y perfecta, aunque no comprendan cómo es esto; porque es un misterio; es Sacramento de amor”.
“Oh Dios de majestad: aunque no vea en nuestros altares ninguna señal de tu grandeza; aunque tu infinita caridad para con los hombres te haya puesto en los altares en un estado profundo de aniquilamiento, te reconozco como mi Rey y mi Dios. Te adoro como soberano Señor de todas las cosas, y como Creador del universo. Haz que te tribute todos los respetos que una criatura debe rendir a su Dios y Creador”.

“Te entrego todo mi ser y mi vida; todo lo que soy y lo que poseo. Miro a este gran universo como nada en comparación tuya. Y no hallando nada en mí con que pueda honrarte dignamente, me uno a todos tus santos y ángeles del cielo, a los justos de la tierra, y a la Santísima Virgen Maria, tu Madre, para honrarte con ellos, y ofrecerte toda la honra y gloria que te rinden y te rendirán por toda la eternidad. Amén”.

D - 4. Santa Comunión. Cena pascual
Dice Jesús: “La noche antes de ser entregado estuvo llena de gozo por la Cena Pascual, inauguración del eterno Banquete, en el que el ser humano debía sentarse para alimentarse de mí. - Si yo preguntase a los cristianos qué piensan de esta Cena, seguramente muchos dirían que es el lugar de sus delicias; pero pocos dirían que es la delicia mía... Hay almas que no comulgan por el gusto que experimentan, sino por el gusto que yo siento. Pero estas almas son pocas”.

“En aquel momento era infinito el amor que sentía por los hombres, y no quise dejarlos huérfanos. Para vivir con ustedes hasta la consumación de los siglos y demostrarles mi amor, quise ser su aliento, su vida, su sostén, su todo. Entonces vi a todas las almas que en el transcurso de los siglos habrían de alimentarse de mi cuerpo y de mi sangre, y todos los efectos divinos que este alimento produciría en ellas. En muchas almas esa sangre inmaculada engendraría la pureza y la virginidad; en otras, encendería la llama del amor y el celo apostólico. ¡Muchos mártires de amor se agrupaban en aquella hora ante mis ojos y en mi Corazón! ¡Cuántas otras almas, después de haber cometido muchos y graves pecados, debilitadas por la fuerza de las pasiones, vendrían a mí para renovar su vigor con el pan de los fuertes! ¡Cómo quisiera hacer conocer los sentimientos de mi Corazón a todas las almas! ¡Cuánto deseo que sepan el amor que sentía por ellas cuando, en el Cenáculo, instituí la Eucaristía! Nadie podría penetrar los sentimientos de mi Corazón en aquellos momentos. Fueron sentimientos de amor, de gozo, de ternura”.

D - 5. Jesús en el sagrario. Institución de la Eucaristía
Dice Jesús: “Aquella noche del Jueves Santo, era grande mi alegría de hacerme compañero y alimento de los hombres hasta el fin de los siglos; veía cuántas almas me rendirían homenaje de adoración, de amor, de reparación. Pero junto con la alegría, la amargura y el dolor invadieron mi Corazón, al contemplar a todas las almas que habrían de abandonarme en los sagrarios, o que dudarían de mi presencia en este Sacramento de amor. ¡En cuántos corazones manchados, sucios y completamente desgarrados por el pecado tendría que entrar, y cómo mi carne y mi sangre, profanadas, se convertirían en motivo de condenación para muchas almas! - Tú no puedes comprender, hija mía, la forma en la cual contemplé todos los sacrilegios, ultrajes y tremendas abominaciones que se cometerían contra mí en este augusto sacramento; las muchísimas horas que pasaría solo en los sagrarios. ¡Cuántas noches largas! ¡Cuántos hombres rechazarían los amorosos llamados que les dirigiría!”.
“Por amor a las almas permanezco prisionero en la Eucaristía, para que en sus dolores y pesares vayan a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el más fiel amigo. Pero ese amor que se consume por el bien de los hombres, no va a ser correspondido. Moro en medio de los pecadores para ser su salvación y su vida, su médico y su medicina; pero ellos, a pesar de su naturaleza enferma, se alejan de mí, me ultrajan y me desprecian”. (Folleto 15 Nº 8)

E - 1. Jesús en el sagrario. Prisionero de amor.
Dice Jesús: “¡Hijos míos, pobres pecadores! No se alejen de mí; los espero noche y día en el sagrario. No voy a reprochar sus crímenes. No voy a echarles en cara sus pecados. Lo que haré será lavarlos con la sangre de mis llagas. No teman, vengan a mí. ¡No saben cuánto los amo! Y ustedes, almas queridas, ¿por qué están frías e indiferentes a mi amor? Sé que tienen que atender las necesidades de su familia, de su casa y del mundo que los solicita sin cesar. Pero, ¿no tendrán un momento para venir a darme prueba de su amor y de su gratitud? No se dejen llevar de tantas preocupaciones inútiles; reserven un momento para venir a visitar al prisionero del amor. Si su cuerpo está enfermo, ¿no pueden encontrar unos minutos para buscar al médico que debe curarlos? Vengan a quien puede devolverles las fuerzas y la salud del alma... Den una limosna de amor a este mendigo divino que los llama, los desea y los espera”. (Folleto 15 Nº 9)

E - 2. Jesús en el sagrario. Para las religiosas.
Dice Jesús: “En el instante de instituir la Eucaristía, vi a todas las almas privilegiadas que se alimentarían con mi Cuerpo y con mi sangre, y los efectos producidos en ellas. Para algunas, mi cuerpo sería remedio a su debilidad; para otras, fuego que llegaría a consumir sus miserias, inflamándolas con amor. ¡Ah! Esas almas reunidas ante mí, serán un inmenso jardín en el cual cada planta produce diferente flor, pero todas me recrean con su perfume. Mi cuerpo será el sol que las reanime. Me acercaré a unas para consolarme; a otras para ocultarme; en otras descansaré. ¡Si supieran, almas amadísimas, cuán fácil es consolar y descansar a todo un Dios! Este Dios que los ama con amor infinito, después de librarlos de la esclavitud del pecado, ha sembrado en ustedes la gracia incomparable de la vocación religiosa, las ha traído de un modo misterioso al jardín de sus delicias. Este Dios, Redentor suyo, se ha hecho su Esposo. El mismo los alimenta con su cuerpo purísimo, y con su sangre apaga su sed. En mí encontrarán el descanso y la felicidad”. (Folleto 15 Nº 10)

E - 3. Jesús en el sagrario. Los amo con ternura.
Dice Jesús: “¡Ay, hijita! ¿Porqué tantas almas, después de haberlas colmado de bienes y de caricias, han de ser motivo de tristeza para mi Corazón? ¿No soy siempre el mismo? ¿Acaso he cambiado para ustedes?... ¡No! Yo no cambiaré jamás; y hasta el fin de los siglos los amaré con predilección y con ternura. Sé que están llenos de miserias, pero esto no me hará apartar de ustedes mis miradas más tiernas, y con ansia los estoy esperando, no sólo para aliviar sus miserias, sino también para colmarlos de mis beneficios. Si les pido amor, no me lo nieguen; es muy fácil amar al que es el Amor mismo. Si les pido algo difícil a su naturaleza, les doy juntamente la gracia y la fuerza necesaria para que sean mi consuelo. Déjenme entrar en sus almas; y si no encuentran en ellas nada que sea digno de mí, díganme con humildad y confianza: “Señor, ya ves los frutos que produce este árbol, ven y dime qué debo hacer para que, a partir de hoy, broten los frutos que tu deseas”.

“Si el alma me dice esto con verdadero deseo de probarme su amor, le responderé: “Alma querida, deja que yo mismo sea el jardinero de tu corazón; deja que yo mismo cultive en tu corazón el amor por mí. Así obtendrás hermosos frutos: la victoria sobre tu carácter; no te turbarás al recibir una corrección, y así obtendrás que las almas orgullosas se humillen y pidan perdón”. - Todo esto se me pasó delante cuando instituí la Eucaristía, y me encendí en ansias de alimentar a las almas. No iba a quedarme en la tierra para vivir con los seres perfectos, sino para sostener a los débiles y alimentar a los niños... Yo los haría crecer y robustecería sus almas, descansaría en sus miserias, y sus buenos deseos me consolarían”. (Folleto 15 Nº 11).
E - 4. Jesús en el sagrario. Faro luminoso.
“Todo aquel que siente inflamada su alma hacia la Eucaristía, y no pudiendo guardar para si solo ese encendido amor, lo transmite a los demás. Quien ama la Eucaristía tiene como una morada junto a mi Corazón eucarístico. - Hacen falta estas almas encendidas, para que, viviendo sólo del amor a mi Corazón eucarístico, sepan darse, derramarse, embriagarse, embriagando con mi amor las almas de los hombres. De esa manera les harán conocer y amar lo único que puede darles la felicidad y la paz que buscan ansiosamente, y que nunca podrán encontrar en el materialismo de la vida atea e impía de los tiempos actuales”.

“Esta felicidad y esta paz que buscan, las encontrarán en la fuente inagotable de mi Corazón, presente, vivo y resucitado en la Eucaristía. La Eucaristía es faro luminoso para el alma que navega sin rumbo ni puerto seguro. Allí nunca podrá zozobrar el alma. Necesito almas abrasadas en la hoguera de ese amor, pues tales almas son las que han de iluminar a los demás”. (CA. 83).

E - 5. Santa Comunión. Espléndido banquete.
Dice Jesús: “Habla de mi presencia en la Eucaristía... El hombre sabe que es ciego para resolver tantos problemas; sabe por experiencia su debilidad, y que fácilmente lo vence el enemigo de las almas. Pero lo que no quiere saber el hombre es que en Dios está su auxilio; no quiere aceptar que estoy en el tabernáculo, y que ansío ir a morar en el corazón de todos mis hijos. Por eso rehúyen comulgar. Si el hombre actuara racionalmente, se apresuraría en buscarme, en unirse a mí, que soy el camino, la verdad y la vida. Por desgracia, inventa una multitud de pretextos elaborados para alejarse del altar; pero en el fondo repite las mismas sinrazones de aquellos invitados a la cena grande de que hablo en mi Evangelio”.

“Dile a los hombres que yo los llamo. Vengan, coman, porque el que no come mi cuerpo, no vive en mí. ¡Si comprendieran los hombres quién es el que los invita y les manda! Si cayeran en la cuenta del espléndido banquete al que los invita; si probaran la suavidad de la carne que se les ofrece, encontrarían que encierra todas las delicias, y que es más dulce que la miel, más blanca que la leche, más generosa que el vino, y más delicada que el pan de trigo. Y sin embargo, los hombres siguen clamando que se mueren de hambre, teniendo tan a la mano el pan bajado del cielo”. (PC. 32)


OTRAS ORACIONES EUCARISTICAS

F - 1. Jesús en el sagrario.
Oh Jesús, creemos firmemente que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar, con tu cuerpo, sangre, alma y divinidad: verdadero Dios y verdadero hombre. Tu bondad te hizo quedarte con nosotros, pobres mortales, realizando así aquellas palabras que dijiste en el Libro de los Proverbios: “Mi delicia es estar con los hijos de los hombres.” Quisiste quedarte con nosotros para guiarnos, alimentarnos, alentarnos en nuestro camino hacia el cielo; porque allí quieres tenernos a todos, en la casa del Padre. Por eso te damos gracias.

Aunque oculto en una pequeña hostia, tú eres Dios de infinita majestad. Ahí estás como en un trono de gracia. Eres clemente, bondadoso, rico en misericordia y piedad. Apiádate de nuestras miserias y necesidades. Ayúdanos a corresponder a este gran don de la Eucaristía. Fue en la última noche de su vida, mientras cenabas con tus discípulos, en un clima de grandes emociones, que instituiste el sacramento de tu cuerpo y de tu sangre. Habías convivido tan íntimamente con tus discípulos. Tú los amabas y ellos te amaban de verdad. Cuando estabas próximo a la partida, tu corazón palpita fuertemente, y no se resigna a la separación. Tu omnipotencia inventó este modo admirable de quedarte con ellos y con nosotros, tus discípulos amados de todos los tiempos. Por eso te damos gracias, te bendecimos y te alabamos.

F - 2. Jesús en el sagrario.
Es un dogma para los cristianos, que el pan consagrado se convierte en el cuerpo de Cristo, y el vino consagrado se convierte en su sangre. Nuestros ojos del cuerpo no ven este misterio, pero nuestra fe lo afirma sin vacilar: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está presente en esta hostia. El que creó el cielo y la tierra y cuánto hay en ellos, podía hacer también este milagro, de quedarse con toda su grandeza y majestad en un pedacito de pan. Así está a nuestro alcance: como alimento, como amigo, como confidente. Todo lo que hagamos en su honor será poco.
Fue en la última cena del Jueves santo, que Jesús instituyó el misterio de la Eucaristía. Rodeado de sus discípulos, dio gracias por el pan y se lo dio diciendo: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”. Lo mismo hizo con el vino. Y también les dio poder para seguir haciendo ese milagro: “Hagan esto en memoria mía”, les dijo. Y así se perpetúa a través de los siglos. Qué bueno es tu espíritu Señor! Para mostrar a tus hijos tu ternura, les has dado un pan delicioso, bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos y deja sin nada a los que no tienen fe.

F - 3. Jesús en el sagrario.
Pan del cielo come el hombre, y las figuras han llegado a su término. Oh Maravilla! El pobre y el esclavo comen el cuerpo de su Señor. Concédenos te rogamos, Señor Dios Nuestro, celebrar con dignas alabanzas al Cordero que fue inmolado por nosotros, y que está oculto en este sacramento, para que merezcamos verle patente en la gloria. Hoy le recibimos a él como huésped; un día, él nos recibirá a nosotros como huéspedes en su eterna morada del cielo. El nos dijo: “Me voy a prepararles el lugar, y cuando lo haya preparado, volveré, y los tomaré conmigo, para que donde yo estoy, ahí estén también ustedes”. Honor y gloria al Cordero de Dios.

Señor Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creemos que estás presente en este augusto sacramento. Desde el abismo de nuestra nada te adoramos y te damos gracias por todas las mercedes que nos has hecho, especialmente por haberte dado tú mismo en este sacramento; por habernos dado a María Santísima como abogada nuestra, y por todos tus favores, espirituales y materiales. Nos pesa haber ofendido tantas veces a tu divina bondad. Nos proponemos con tu gracia no ofenderte más.

F - 4. Jesús en el sagrario.
Oh Jesús, amable, bondadoso, lleno de clemencia. Tu amor a nosotros te hizo bajar del cielo, y te hizo también quedarte en este sacramento de amor. Querías estar con nosotros, para ser nuestro alimento y nuestro compañero de ruta hacia la casa del Padre. Oh Jesús, creemos que estás realmente presente en esta Hostia Santa. Tu poder es infinitamente grande: hiciste el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos; nada te es imposible; por eso, con tu poder hiciste el milagro de quedarte en este sacramento, de encerrar tu infinita majestad en un bocado de pan, para estar más cerca de nosotros, para que nosotros nos acercáramos sin temor y con mucha confianza a tu santo altar. Gracias por tu bondad, oh Jesús.

Oh poder infinito de Cristo! Inventó una manera maravillosa de quedarse con nosotros, día tras día, siglo tras siglo, hasta el fin del mundo. Este pan bajado del cielo es medicina para el hombre peregrino; es el pan de vida eterna; quien de él se alimenta, llegará al puerto de la salvación. Honor y gloria al misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa que el Rey de las naciones derramó en la cruz, para rescatar al género humano de la perdición eterna.

F - 5. Jesús en el sagrario.
Bondadosísimo Jesús, Señor, Hermano y amigo: Qué gran bondad y amor nos muestras, al dignarte estar con nosotros! Henos aquí postrados a tus pies, para pasar un momento en tu amantísima compañía.- Así como al acercarse a una hoguera, uno siente el calor ardiente; así como Moisés bajo con el rostro resplandeciente después de haber estado contigo en el Monte Sinaí; así concédenos a nosotros salir de este encuentro contigo, más transformados en ti, más semejantes a ti, más llenos de tu divino espíritu..

Salvador nuestro Jesucristo, cuán dulces y tiernas son las invenciones de tu amor para alcanzar que las almas te amen! No te has sentido satisfecho con hacerte hombre y morir por nosotros en la cruz, sino que además nos has dado este sacramento por alimento y compañía en nuestro caminar. Te has dignado aparecer entre los hombres como un niño en el pesebre, como médico de las almas, como pan en el altar. Atráenos con las delicias de tu hermosura y del amor inmenso, que en este sacramento nos manifiestas.

G - 1. Jesús en el sagrario.
Amantísimo Redentor, queremos estar contigo y exponer nuestras almas a la acción transformante que irradia de esta hostia santa; sentir su calor espiritual, y experimentar el influjo de su cálida presencia. Tú eres Rey; y tu reinado es de santidad, de luz, de verdad y de gracia.--Sentimos dolor por no haberte amado como tú esperabas; por habernos mostrado indiferentes a tus reclamos y atenciones, a tus delicadezas y beneficios.—Aquí nos tienes con el anhelo más grande, y el deseo de que seas honrado, amado y glorificado por todos los hombres en este sacramento de amor y santidad.

Oh cordero inmaculado y sacrificado por nosotros: te entregamos nuestra voluntad, afectos, deseos, y todo cuanto nos pertenece. Haz de nosotros cuanto te agrade. Lo que queremos y te pedimos es tu santo amor, la perfecta obediencia a tu santa voluntad. Destruye en nosotros todo espíritu de sutileza que contradiga a tus gracias. Que no tengamos otro pensamiento que el de servirte, ni otro deseo que el de agradarte..

G - 2. Santa Comunión.
Oh Jesús, bondad infinita, que has querido quedarte en este Sacramento, no sólo para estar presente entre nosotros, sino especialmente para darte en alimento a las almas que tanto amas. Te vemos y te sentimos por todas partes. Ardes en deseos de que te recibamos para poseer nuestros corazones. Todo cuanto hay en nosotros, lo consagramos a tu amor. Haz que nuestro constante deseo y alegría sea el de agradarte, y el de cumplir siempre tu voluntad.
Señor Jesús, tú que no tenías dónde reclinar la cabeza; pero gustosamente reposas en los corazones que te aman y hacen tu voluntad. Tú llamas a la puerta de nuestro corazón, buscando abrigo y reposo. Entra y permanece siempre con nosotros. Danos a comer tu cuerpo y tu sangre, que son alimento de humildad, de consuelo y de armonía; alimento celestial, que hace de nuestra tierra un cielo anticipado.
G - 3. Jesús en el sagrario.
Señor Jesús, Rey del universo, Dios eterno y de infinita majestad: te damos gracias por este admirable Sacramento, por medio del cual permaneces con nosotros, oculto bajo las especies eucarísticas. Que en tu presencia nuestro entendimiento se llene de tu divina luz; que nuestros afectos se purifiquen; que nuestras penas encuentren alivio. Que la voluntad se enardezca al contacto de esta presencia divina- en la que tú nos ofreces la excelencia de tu amor.

Oh buen Jesús: confiadamente acudimos a ti, que eres Dios de bondad y manantial de divino amor. Para estar junto a nosotros te dignas descender a nuestros altares. Concédenos el espíritu de contemplación, que necesitamos para acercarnos a tan sublime misterio; que nos dejemos invadir de tu presencia, y que todo nuestro ser se postre ante ti. Queremos agradecerte por todo lo que hemos recibido de tu mano bondadosa. De nuestra parte, tan sólo podemos ofrecerte nuestras debilidades, y nuestros deseos de amarte más.

G - 4. Jesús en el sagrario.
Dulcísimo Jesús, aquí estamos para pasar un momento contigo, y para hacer reparación, por medio de nuestro amor, por todas las ofensas con que eres ofendido en el mundo. Nos postramos delante de tu infinita majestad, para implorarte misericordia por toda la humanidad. El pecado y la impureza destruyen la imagen de Dios en el hombre. Con tu ayuda queremos reparar esos pecados por la pureza de nuestra vida. Sagrado corazón de Jesús, ayúdanos a amarte más, y concédenos que, después de las luchas del destierro, descansemos en tu divino Corazón.

Oh Jesús escondido en este Sacramento! Con alegría nos acercamos a ti, para agradecerte por todos los beneficios recibidos de tu bondad. También te pedimos perdón por las faltas que hayamos cometido. Quizá hubiéramos podido responder mejor a tus gracias, ser más caritativos con nuestros hermanos, más humildes y mortificados. Oh Jesús, te ofrecemos los esfuerzos de cada día como otros tantos actos de amor y de reparación, y los unimos a tus méritos infinitos. No queremos tener más voluntad que la tuya. Amén.

G - 5. Jesús en el sagrario.
Oh amantísimo Jesús!, que por amor a los hombres estás noche y día en este sacramento lleno de piedad y amor, llamando, esperando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creemos que estás presente en este augusto sacramento. Desde lo más profundo de nuestro corazón te adoramos y te damos gracias por todos los beneficios que nos has concedido, especialmente por haberte quedado tú mismo en este sacramento; por habernos hecho hijos de Dios en el bautismo; por habernos dado a María Santísima como Madre y abogada nuestra; por todos los favores, espirituales y materiales. Nos pesa haber ofendido tantas veces a tu divina bondad. Confiamos en tu infinita misericordia y nos proponemos con tu gracia no ofenderte más. Te encomendamos nuestros hogares, nuestros seres queridos y nuestra comunidad. Te pedimos por el Santo Padre el Papa, por nuestro obispo y por todos tus ministros; que te sirvan con fidelidad y alegría.

MEDITACIONES MARIANAS


(Man. 7). - Dice la Sma. Virgen: “Recuerda, hija mía, que en toda necesidad y angustia puedes recurrir a mi amante Corazón, segura de obtener todo lo que necesites”.

(Man. 4). - La Santísima Virgen me dijo: “Hija mía, ofrece cada momento, agradable o desagradable, a Jesús”. Llena de dicha le digo: “Te amo, Virgencita, Madrecita mía”. Ella me respondió: “Yo también te amo mucho”.

(Man. 11). - La Sma. Virgen dice: “Hijos míos, les pido conversión de corazón, no de labios, sino de verdad. El tiempo apremia y el enemigo acecha a todos mis hijos, especialmente a los consagrados a nuestros Corazones Inmaculados. Únanse, hijos, en oración. Oren a los pies de mi Hijo suplicando el perdón y la protección para sus familias. Oren por las almas del purgatorio, porque ellas, al concluir su purificación, piden por ustedes”.

(Man. 16). - Dice la Sma. Madre: “Yo los acompaño y me manifiesto en cada rosario. En cada Ave María ganan una caricia mía. Pongan un crucifijo en el dintel de la puerta de entrada a sus casas; rieguen en sus casas agua bendita. Hagan consagraciones diarias; ofrezcan sacrificios a Dios. Les doy mi bendición, no me separo de ustedes. --- Cuando se enfurecen con sus hijos, o les dicen palabras hirientes, ustedes no piensan en mí. ¿Creen que yo hubiera hablado así a mi Hijo? Sepan ser madres cariñosas. Ofrézcanme su paciencia”.

(Man. 17). - Dice Jesús: “Todo les será concedido a través de mi amada Madre”.

(Man. 20) - Dice la Sma. Virgen: “Sé, hijita, lo que algunos dicen de ti: que eres fanática; y también dirán que estás loca. No te preocupes; mi Hijo también fue calumniado calificándolo como “Rey de los dementes”, y él los perdonó. Tú también debes perdonar. -- No vuelvas a faltar a la santa misa. Si sabes que allí nos vas a encontrar, ¿no crees que es más importante tener tu alma fuerte y preparada para ordenar tu día, que tener tu casa en orden? --- Si ustedes hacen mucho por mí como hoy, ¡imagínense cuánto más haré yo por ustedes! Se me ha dado la potestad de poder lo mismo que puede mi Hijo, aunque de distinta forma. El, cuando desea algo, lo hace. Yo, cuando quiero algo se lo pido; y él, que fue el mejor hijo del mundo, nada me niega”.

(Man. 27) - Dice Jesús: “Momentos antes de acercarse a comulgar, repitan en su corazón: “Madre Santísima, ayúdame a comulgar como el Señor lo desea”. - El invocar a mi Madre es puerta de entrada al Paraíso, al igual que cada pulso en sus venas es signo de vida. -- Cada decena del Rosario que rezan, los ángeles la recogen y la depositan como ofrenda a los pies de mi Santa Madre. Pidan la gracia de mantenerse serenos cuando los demás los insulten, los desprecien, los ridiculicen, o los abandonen”.

(Man. 31) - Dice la Sma. Virgen: “El verlos tan unidos, tan llenos de amor los unos para con los otros, en una comunión espiritual conmigo y con mi Hijo, llena de alegría mi corazón; porque así los quiero; como pequeños niños tomados de la mano, compartiendo risas y sufrimientos, trabajando por crecer en su fe y en su entrega a nuestros Corazones. - El tiempo apremia, y por cada cien personas que acuden dos días a la adoración del Santísimo Sacramento, se pierden en diez segundos mil almas entre abortos, crímenes, suicidios y ritos satánicos. Ayúdennos a salvarlos. --- “Deben bautizar a los niños. Los niños deben nacer a Dios con el bautismo. Observen a niños no bautizados: pareciera que pequeños espíritus no buenos van molestándolos constantemente. Es la falta de la gracia primaria”.


(Man. 33) - Dice la Sma. Virgen: “No olviden que soy Omnipotencia suplicante, por regalo especial del Padre. Siempre intercederé y protegeré a quienes en verdad me amen e imiten, a quienes se entreguen sin reservas a mi Hijo, así como yo me entregué a la voluntad del Padre. - Deben releer los mensajes. ¿Por qué no están penetrando muy hondo en sus corazones y en sus mentes? - Cuando se reúnan, oren; oren mucho. Sus oraciones pueden mucho. El poder de la oración es tan grande que allí residen los milagros. ¿Qué padres podrán negar nada de cuanto sus hijos les piden con amor? - El rosario, no sólo lo repitan; mediten cada palabra”.

(Man. 37)- Dice la Sma. Madre: “Oren. No saben cuánto están ayudando vuestras oraciones. Un Ave María rezada con el corazón y recogidamente, tiene más poder que diez rosarios repetidos por aquellos que no hacen más que una rutina de sus oraciones. - Cada cuenta del rosario dicha con amor, salva un alma. - Ofrezcan su comunión por la conversión del mundo. Cada comunión en la cual encomiendan a mi Hijo la conversión de los pecadores, salva un alma. ¿Comprenden por qué les pido oraciones?”.

(Man. 39). - Dice Jesús: “¿Saben lo que es una comunión? Compárenla a una pequeña avecilla que se cobija bajo el ala materna. Cuando yo entro en ustedes y siento su amor, si ojo humano pudiera verlo, vería cómo mi corazón envuelve a mi criatura, como un ave madre envuelve y cobija a su polluelo para ampararlo y alimentarlo. Ah, si lo comprendieran, no dejarían de recibirme un sólo día. --- Amen a mi Madre, que es el cofre en el cual se encuentran todos los tesoros de virtud y esperanza. Cogidos de su mano cruzaréis el puente del abismo, que el enemigo ha preparado para la humanidad. Ella es el Arca de salvación en el terrible momento que precede a la purificación”.

(Man. 46). - Dice la Sma. Virgen: “Por medio de la confesión, de la Eucaristía, de la caridad y del amor, es como encontrarán la paz. - Como Madre de Jesús, tengo potestad para hacerles la promesa de amparar a quien rece diariamente el Rosario. – Gracias hijitos, por haber acudido a esta reunión de fraternidad, de la cual saldrán muchas conversiones. – Hago descender sobre ustedes torrentes de amor, y con la venida del Señor, los bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

(Man. 47). - Me dijo la Sma. Virgen: “No dejes que te detengan la ingratitud, que te canse la falta de correspondencia, que te estorbe la incomprensión... Los ángeles del Señor se sitúan cada día junto a ti para protegerte y confortarte. --- Confía en mi maternal intervención. Cuando te falten fuerzas, cuando no encuentres palabras, piensa en el grandísimo dolor de esta tu Madre cuando vio a su Hijo camino del Calvario, y dile tú también: “Te amo Jesús; te acompaño y acepto la voluntad del Padre”. - Ora hijita; ora mucho, cantando, hablando, en silencio, despierta o dormida. Ofrece cada mañana todo tu día por la conversión de una persona, por la salvación de un sacerdote, por un alma del purgatorio, por el fortalecimiento de tu espíritu”.

(Man. 49). - Dice la Sma. Virgen: “Por favor, apresúrense en proteger sus casas. Las tinieblas no sólo están en la oscuridad que vendrá. Las tinieblas están en las sectas satánicas, en las ofensas a Dios, en los sacrilegios que se cometen en los templos, en quienes pervierten a menores, en la pornografía, en las horas pasadas frente a la TV, sin tiempo para elevar una oración. Las tinieblas están en los bailes, en el alcohol, en la droga, en aquellos que se nutren del mal, en los vicios que siempre parecen pequeñeces. ---Volverá mi pequeña imagen a ti. Recíbela con amor. Ella ahuyenta al enemigo”.

(Man. 60). - Dice la Sma. Madre: “Pequeños míos, no se imaginan cuánto apreciamos sus oraciones, su cariño, su generosidad; ese desapegarse de su vida terrestre para dedicarnos una noche y varias horas de amor. ¡Cómo sonreíamos, Jesús y yo, cuando los contemplábamos. Gracias, hijos! - No se olviden, hijos míos, que Jesús vivió en la sencillez; en ella no hay lugar a miedos, a la violencia, a enfados, porque todo ello es contrario al amor; y mi Hijo fue, es y será amor”.

(Man. 61). - Durante la visita de la imagen de la Santísima Virgen a un barrio, ella me dijo: “Ahora sabes por qué te inspiraba que me trajeses a este lugar; lo has comprendido. Este lugar era cabida del enemigo, porque en él, se han cometido crímenes, fornicación, violaciones; en este barrio habían casas de juego, ritos satánicos, maldad y más maldad; y yo debía venir a este lugar para que mi presencia ahuyentara a Satanás, para que no avanzara más en sus perversidades.-- ¡Cómo aullaron los amigos del maligno en el momento de la elevación! Porque dos cosas que no puede tolerar el maligno, y de las que escapa, son: la Eucaristía y mi presencia”.

“Sé alma generosa. Soy tu Madre; y una madre ama siempre, y cada día más. ¿Acaso no lo sabes?... Pese al alejamiento de los hijos, a los sufrimientos que nos ocasionan, a las penas que nos causan sus indiferencias y falta de demostración de respeto, las madres amamos más y más. - Por eso me he sentido tan feliz con las demostraciones de filial amor a mi imagen, por las alabanzas al Señor. Cada vez que besan mi medalla, pongo mis mejillas ante sus labios y digo: ¡Gracias pequeña; gracias, hija mía!”.

(Man. 63). - Dice Jesús: “Todo el amor que brindan a mi Madre, a mí me lo brindan; porque somos dos Corazones entrelazados por un solo sentimiento que derramamos en abundancia sobre ustedes”.

(Man. 77). - Dice Jesús: “Reciban el beso de mi santa Madre, que ha depositado en su frente durante esta vigilia de oración delante de mi santísimo cuerpo”.

(Man. 88). - Dice la Sma. Madre: “Hijos míos, están bajo la protección de mi manto y mi Corazón Inmaculado. Sólo les pido fe, oración, comunión diaria. Oren, repitan el Credo todas las mañanas, y cuantas veces puedan durante el día, para ahuyentar al enemigo (a Satanás). Pónganse de acuerdo en una hora para unirse diariamente en oración. -- Pongan imágenes, o crucifijos, bendecidos, en todas sus habitaciones. No vacilen; no hay tiempo que perder. Hagan sacrificios y ofrézcanlos al Señor”.

(Man. 92). - Dice la Sma. Madre: “Deben saber que derramo mis gracias sobre quienes recitan el santo rosario. Los amo profundamente, muchísimo más de lo que pueden imaginarse. Ofrezcan en silencio todo sufrimiento a Jesús, por amor y gratitud a él”.

(Man. 100). - Dice la Santísima Virgen: “Hijitos, redoblen sus oraciones; correspondan al amor infinito que Jesús les manifiesta en su deseo de salvarlos. - Hijitos míos, miren cómo está el mundo... Ayúdenme con sus oraciones y ayunos”.

(Man. 104). - Dice la Sma. Madre: “Hijitos, siéntanse acunados, mimados, acariciados por su Madre celestial.

(Man. 105). - Después de la visita de los testigos de Jehová, la Sma. Madre me dijo: “¡Animo, hijita! Ese ardor que demostraste al defender tu fe, es el que falta en gran parte de mis hijos. Me complazco en quienes me aman y son, a ejemplo de Jesús, pobres, humildes, puros, caritativos. --- Con relación a mi imagen y al grupo de oración, comunica a mis hijitas, que me siento muy feliz ahí entre ustedes. No es idolatría. Yo misma me sitúo allí”. La Santísima Madre se refiere al ataque que hicieron los protestantes contra su imagen.

(Man. 106). - Dice la Sma. Virgen: “Multipliquen los cenáculos de oración, y no pierdan ánimo. No se dejen engañar con el estruendo de voces que los quieren confundir. --- Ahora, cuando las tinieblas más espesas cubren la vida de la tierra por la falta de fe y el rechazo a Dios, les pido que invoquen a la Madre del Verbo Divino, porque en este último tiempo también preparo la venida de mi Hijo, no con mis manos, como la primera vez cuando preparaba la manta que abrigaría su cuerpecito, sino con nuestras oraciones, las mías y las de ustedes, las que lograrán que el Verbo encuentre carne en cada una de sus vidas”.

(Man. 107). - Dice la Santísima Madre: “En Francia se acuñó una medalla que muestra a la Inmaculada Concepción (la medalla milagrosa), y esta medalla ha recorrido el mundo ayudándome a salvar millones de almas”.

(Man. 108). - Dice la Sma. Virgen: “No se dejen frenar por la incredulidad de quienes los rodean; sean espejos en los cuales pueda reflejarse mi imagen. Oren, no permitan que nada turbe la dicha de entregar sus corazones, de consagrarse diariamente a Jesús y a mí. Sus armas más poderosas son la Comunión, el ayuno y el santo Rosario”.

(Man. 112). - Dice Jesús: “Mis hijos han descuidado la veneración y respeto a mi Madre; no tienen ya la certidumbre de saber si van o no por el buen camino. Muchas veces creen que van por buen camino, y tal vez están adelantados en los caminos del infierno”.

(Man. 124). - Dice la Sm. Virgen: “Mi enemigo no puede nada contra la persona que está en gracia. - Recen el Rosario; tengan en cada habitación crucifijos y rosarios benditos; rocíen con agua bendita todos los cuartos periódicamente; y sobre todo, tengan la certeza de que estoy protegiéndolos”.

(Man. 130). - Dice Jesús: “Mi Corazón vela por ustedes cuando ustedes duermen, trabajan o descansan. Mi Corazón es el escudo que los libra del castigo eterno que han buscado; es la muralla contra el furor de sus enemigos invisibles. - Amen a mi Madre; ella y yo somos uno en corazones y mentes”.

(Man. 131). - Dice la Sma. Madre: “Invóquenme cuantas veces necesiten mi consuelo y mi ayuda. Satanás es muy astuto; no le permitan la entrada en su grupo. Oren, ayunen, hagan penitencia y pequeños sacrificios diarios. Cuando quieran encontrarnos, lean los mensajes”.

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(CA. 6). - La Santísima Virgen, protectora.

Dice Jesús: “¿Quién podrá desconocer la tarea que he confiado a la que más amé en la tierra, a mi santa Madre, y que ahora es Reina de todos los ángeles y santos? Sepan, hijitos, que a Ella ha sido encomendada la protección de mis fieles, y de guiarlos por los caminos de la virtud en las actuales pruebas. Ella será escuchada, pero desgraciadamente no por todos”.



(CA. 22). - Dice Jesús: “Mi Madre, como tú, vivió en este mundo trabajando, velando por el bien de los suyos, orando... Y aunque su alma se elevaba hacia Dios en cada instante de su vida, ésta no salió ni un momento del camino de la divina voluntad. Ella supo armonizar los cuidados y sinsabores de la tierra. Con el corazón lleno de amargura al pensar en mi futuro, supo ocultarlo en su alma y hacer la vida agradable a los demás. Siendo destinada a ser la Reina de los ángeles y del universo, vivió escondida, ignorada, humilde; porque tenía a Dios consigo, y le bastaba”.

(CA. 25). - Dice la Sma. Virgen: “¿Sabes, hija mía, lo que yo hacía cuando conociendo la voluntad de Dios, ésta me abrumaba por su grandeza? - Pensaba y meditaba en Dios; pensaba en él y lo amaba, y al amarlo comprendía y aceptaba cuanto de él pudiera sobrevenirme. -- Acepté que su voluntad se hiciera en mí, acatando todo lo bueno, grande, y doloroso que me sucediera, adaptando mi deseo al suyo, y haciéndome una con él. -- Así pues, pequeña hijita, ser elegida es un don infinito que también lleva un deber ineludible y doloroso, pues es renunciar a uno mismo, para perderse en las manos de Dios”.

(CA. 29). - Dice la Sma. Madre: “Hija mía, soy tu Madre dolorosa. Muchos caminos llevan hasta Dios, pero ninguno es tan seguro como la humildad. Dios mismo humanado se hizo humilde hasta morir en cruz. Yo misma fui exaltada para Madre de Dios por amar la humildad. -- Ninguna criatura puede vanagloriarse de lo bueno que haya en ella, ni de la potencia de su mente, pues siendo criatura de Dios, a él debe cuanto es y cuanto tiene; y por lo tanto, sólo a él debe ser dirigido el honor y la gloria”.

“Sé siempre humilde y sencilla; esfuérzate en serlo y tendrás contigo y en ti a Dios. Déjalo hacer contigo lo que quiera, y está segura que eso será siempre para tu bien. Comprenderás entonces el inmenso tesoro que es poseer a Dios. -- Yo te lo aseguro, hija mía, viviendo en Dios y para Dios, en el dolor o la enfermedad, en las penas o alegrías, buscándolo en todo a él, se tiene la seguridad de encontrarlo al fin y hallarlo con los brazos abiertos”.

(CA. 34). - Dice Jesús: “El Corazón de mi Madre ha de ser honrado con el mío, puesto que ella está siempre intercediendo por la humanidad. Mientras el amor no alimente con su fuerza las acciones de los hombres, su camino seguirá precipitándose en ruina y exterminio. -- En mi Inmaculada Madre está la salvación del mundo, porque su Corazón está siempre ofreciéndose ante Dios”.

(CA. 38). -- Dice Jesús: “En todos los estados se puede alcanzar la santidad. A unos pido grandes cosas; a otros, pequeñas. Unos y otros, ejercitando su voluntad en complacerme, tienen el mismo mérito ante mis ojos, porque el verdadero valor no está en lo que hacen, sino en la intención con que lo hacen, uniendo su voluntad e identificándola con la mía”.

“El mundo debe confiar en el Corazón de mi Madre, pues sólo ese Corazón Inmaculado y el mío, serán el refugio en las horas de dolor y prueba que se acercan. Debe invocársela así: “Corazón doloroso e inmaculado de María, sed nuestra salvación”, o “Corazón doloroso e inmaculado de María, sálvanos que acudimos a ti”; porque ella, desde el principio, ofreció su corazón al dolor, y muy triste contempla los males sin limite que están buscando sus hijos. En ese Corazón todo dolor humano tiene su eco y su bálsamo. Ese Corazón que se ofreció para la salvación de la humanidad, está también presente ahora para salvarla de la ruina. Aquellos que invocándola en sus penas se acerquen a él, no perecerán eternamente”.




(CA. 44). - María es la excelsa criatura.

Dice Jesús: “Tránsito gozoso, y júbilo de los espíritus celestiales cantando alabanzas. Tal fue el ingreso de María al cielo, cuando la conduje a la felicidad eterna. Pero la mayor felicidad fue la mía, porque colocaba en la gloria a mi Madre, para la cual había reservado tanto esplendor. Naturalmente, no es ahora el momento para poder entender qué sucedió en aquel día, tanto más que la mayoría de ustedes comprende limitadamente el amor que reina en el cielo. Por eso, no les hablo de esto para describirles aquella fiesta. Más útil es que me refiera a algunos beneficios que se han podido obtener del día en el cual mi Madre les fue arrebatada a los hombres. Ante todo, la gloria y la grandeza de una madre es decoro y protección para sus hijos; por tanto, fue posible que su ayuda llegase a ser para ustedes realidad. Luego, el haber tomado su puesto en el cielo, fue motivo de complacencia para sus hijos ya gloriosos en el paraíso”.

“Lo que más interesaba a la Santísima Trinidad era recibir a la fidelísima copia mía, que era mi Madre; y en esto estuvo la mayor alegría del cielo. La complacencia del Padre, del Verbo y del Espíritu Santo, es infinita por la semejanza entre mí y ella, y por el motivo de su maternidad divina. El conjunto de gracias y prerrogativas que recibió María, vino a ser una enorme masa de beneficios para ustedes, sus hijos, buenos y malos”.

“Antes de su ingreso al cielo, faltaba el intercesor más poderoso después de mí, el Mediador de ustedes; pero desde entonces tienen para ventaja suya a la Madre más poderosa, la Madre más afectuosa. Quien se vale de ella, tendrá lo que mi bondad ha dispuesto para la gloria futura de cada uno; quien no lo hace, permanecerá miserable; porque yo he puesto todo en manos de ella, y no quiero hacer nada sin ella”.

“Les digo que aman poco a esta Madre, y por eso no la tienen en la consideración que seria útil, y aún necesaria, para ustedes. Las glorias de María son estas: hacer el bien, amar. ¡Cuántas veces ella debe recurrir a recursos simples para hacerlos aceptar su amor! Y ¿no son recursos simples las pequeñas gracias que le piden? Despierten, hermanos míos, y corran junto a nuestra Madre común; yo lo quiero”.

(CA. 58). - Mi Madre, pocos la estiman verdaderamente
Dice Jesús: “Hijita amada, hablemos de mi Madre la Virgen Inmaculada. Ella cuida de sus hijos de modo que cada uno de ellos pueda tener los cuidados particulares que son necesarios. Ella interviene en sus cosas, en las que les parecen difíciles, y las maneja hábilmente, interrumpiendo, conduciendo, modificando con sabiduría verdaderamente materna. Destinada por mí a ser Madre de ustedes, asume su oficio de manera única, porque dispone de todos mis medios y de un amor ilimitado”.

“¿Quién se percata de su obra? Pocos; porque pocos la estiman verdaderamente, pues están firmemente convencidos de su grandeza como Madre mía. Pero piensen que, precisamente porque es mi Madre, es Madre de ustedes, y continúa desde el cielo siendo Madre de ustedes, y continuará siempre hasta la consumación de los siglos”.

“Comprenderán los desvelos de mi Madre a medida que comprendan mi amor; y se sentirán más unidos a ella en la medida que lo estén conmigo. Yo fui y soy su carne; ella es y será mi espíritu, mi rostro, mi caridad, mi vida. También los otros santos están todos deificados en mí; pero ella, mi Madre purísima, ha alcanzado la máxima deificación, participando de mí de manera única como he dicho y lo confirmo”.

“Ella puede todo, ella hace todo. Por eso es temida por el infierno; por eso es blasfemada por los condenados que no saben hacerse capaces de tanta grandeza. Pero yo hago lo que quiero, y me recreo infinitamente en adornar aquella virginidad que tanto me agradó, con todos los atributos que me son propios. Por eso María es grande, sublime; pero sabe hacerse pequeña junto a ustedes que la tienen por Madre; sabe proveer de todo admirablemente, con tal de que ustedes le muestren su confianza. Ustedes serán sus verdaderos hijos si tratan con ella familiarmente, sencillamente, como conviene a los que viven en mi casa y su casa. Denle la gran alegría de abrazarse a ella, porque es una Madre que ha sufrido mucho cuando le revelé sus dificultades. ¡Es buena, es dulce, es tres veces Santa nuestra amorosísima Madre!”.

(CA. 79). - Mi Madre, no permitiré que la insulten más!
Dice Jesús: “De los besos y caricias maternas puede deducirse cuánto ama una madre a su hijo. Esto es más claro todavía si se conocen los sacrificios que la madre hace ocultamente por sus hijos. Multiplica este afecto por cinco, por diez hijos, y verás cuánto puede sacrificarse una madre y cuánto puede amar a sus hijos. - Nuestra Madre, la “sin mancha” que me dio la vida humana, ha amado a esta generación de hijos sin amor, los ha abrazado estrechamente, ha conocido todas sus culpas, y no obstante, les ha perdonado el gran dolor que le han causado”.

“Toda madre debe procrear a sus hijos mucho más con el espíritu que con el cuerpo; debe transfundir en ellos tesoros mucho más grandes que los de la vida humana; debe dar a sus hijos todo lo que posee de bello y de grande en su alma. Se dice que la sangre une; pero el amor une más que la sangre, porque el amor está antes que la sangre; porque el amor perdura después de la muerte”.

¿Qué pasó en mi Madre cuando le transfundí el afecto materno también por ustedes? Ella se convirtió en la pequeña gran mujer que aceptaba una progenie innumerable por amor mío, su Hijo amadísimo. Y mientras de mí recibió tanto bien, que se puede decir que vino a ser la fuente del amor, de ustedes, de la generación actual, recibió espinas y dolores sin número. - Ella los ama ante todo a causa de mi amor; y luego, porque la han hecho sufrir tanto. Ella debe salvarlos. Yo lo quiero, debe custodiar a su familia y conducirla a mí”.

“¡Cuántos blasfeman contra ella, cuántos la han olvidado! ¡Cuántos se tapan los oídos y han huido de ella! Pero yo la amo y la he hecho poderosísima. ¡No permitiré que la insulten más; me es demasiado querida! Ella está entre ustedes; escúchenla. Ella es tan buena, sabe comprenderlos a todos, sabe olvidar toda ofensa. ¡Escúchenla!”.


(CA. 85). - Dice Jesús: “En el amor a mi Corazón y al de mi Madre Inmaculada, hallarán la fuerza que los hará invencibles contra los ataques de las Bestias. La devoción a mi Corazón es fuente de gracias inigualables para los tiempos que se avecinan; porque solamente en este Corazón formado en el de mi Madre, pueden implorar el perdón y la misericordia para la humanidad en peligro de desaparecer por sus muchos y horribles crímenes. Este corazón, que derramó hasta su última gota de sangre, pide amor, el amor de los hombres”.

(CA. 97). - Dice Jesús: “Los buenos sufren ahora, mientras los malos continúan aturdiéndose en sus placeres. No, no tardaré en dar a los primeros la prueba de mi afecto; no me esperarán más porque estoy próximo a retornar a ustedes que me aman, y volveré, no ya oculto, sino patente y glorioso. La Virgen, mi Madre, estará conmigo; la verdadera Reina del universo, que he creado con la visión de su próximo triunfo. Sean todos dóciles a la amonestación de mi Vicario, a quien he vinculado desde hace tiempo a mi cruz. El les dirá lo que quisieran saber ahora, y, sin su confirmación, no consideren por verdadero y por bueno nada de aparentemente santo. Estén en los brazos de vuestra Madre, en mi Corazón, en la mente de nuestro Padre divino; permanezcan así”.

(CA. 119). - Hagan de sus hijos verdaderos hijos de Dios
Dice la Sma. Madre: “Yo he obtenido todo de Jesús; nada me ha negado y nada más podía darme, porque llevándome al cielo ha querido darme todo bien a mí, su Madre. No podía quedar en la tierra este cuerpo mío, porque habiendo sido ya glorificado el cuerpo santísimo que estuvo lleno de llagas, también el mío que lo engendró debía estar junto al suyo. Especial amor, y gloria única me ha sido reservada”.

“Amados míos, vuestra Madre os mira benigna, no se desesperen. Les aseguro que yo proveo de todo lo que necesitan a quienes aman a mi Jesús; porque toda mirada de amor que le dan, es para mí una gran alegría en mi Corazón Inmaculado. Ustedes piensen en Jesús y yo pienso en ustedes. - No abandonen a sus hijos; tendrán que dar cuenta de ellos muy pronto al Señor; hagan de ellos verdaderos hijos de Dios. Muchos hijos míos se han convertido en abono fértil, y los bendigo por esta santa obra con la que me ayudan a salvar cientos y cientos de almas para el reino de Dios. Sigan trabajando con sencillez, humildad y desinterés material”.

“Por favor, antes de reunirse a arar, rocíen el recinto con agua bendita y recen el Credo, que es una oración poderosa contra las insidias de Satanás y sus secuaces. Cuando les sea posible, quemen un poco de incienso, no mucho, rezando el Gloria”.

(CA. 122). - Yo pienso siempre en ustedes
Dice la Sma. Virgen: “He sufrido mucho, hijos míos, al ver que la espuma infernal, con el permiso de Dios, había iniciado la gran lucha contra mis hijos. Fueron días de gran tristeza los que pasé, porque sufre mucho el corazón de una madre al saber por anticipado los peligros de sus hijos. Así he sufrido mucho por ustedes cuando supe del gran asalto que el infierno desencadena sobre el mundo actual. Y oré por ustedes. --- Pero hoy que ha llegado la hora, y que no me encuentro ya en el estado de pasividad, sino en el de la gloria y el gozo, no es menor mi cuidado por ustedes. En la tierra podía hasta llorar de pena; aquí en el cielo, aún en la inmensa felicidad que me está reservada, estoy pensando en ustedes, amados hijos, estoy dispensándoles abundante ayuda. Ahora puedo lo que no podía en la tierra; ahora quiero probarles quién es vuestra Madre. A mis hijos agradecidos dirijo estas exhortaciones cálidas de amor materno”.

(CA. 151). - Hagan de sus hogares la “Casa del Rosario Reparador”
Dice la Sma. Virgen: “Hijitos amados, a pesar de que la hora ya está próxima, mi amor maternal implora al Todopoderoso que me conceda el tiempo para encontrar a mis pequeños hijitos, y reunirlos en torno a mi Corazón Inmaculado. Recen el santo rosario, meditando antes cada misterio; háganlo muy despacio, para que llegue a mis oídos como un suave susurro de amor; háganme sentir su amor de hijos en cada palabra que reciten; no lo hagan por compromiso, ni para complacer a sus hermanos; no lo hagan con gritos de fanáticos, ni en forma sensacionalista. Todo lo que hagan con alegría, paz y amor, con humilde entrega y sencillez de niños, será recibido como un bálsamo suave y refrescante para mi Corazón dolorido. Sí, aquellos tres clavos que atravesaron a mi Hijo, también traspasaron el Corazón de vuestra Madre”.

“La divina voluntad de Dios Todopoderoso se ha vuelto a conmover con mi llanto y angustia, y permitirá que vuestra Madre exprese todo su amor, su llamado a la conversión de los hijos que caminan por la senda equivocada. Muchos me verán llorar, pero pocos se conmoverán, y gran número de mis hijos se burlarán... Sufro mucho porque muy pronto llegará el día en que se doblarán todas las rodillas, se elevarán los ojos al cielo pidiendo misericordia, se clamará piedad y clemencia. Pocos me escuchan, pocos serán escuchados”.

“Hija mía, a ti te pido que todos los viernes hagas de tu hogar “la casa del Rosario Reparador”. A cambio de esta reparación a mi doloroso Corazón Inmaculado, recibirás abundantes gracias y bendiciones; y cuando llegue la noche más larga de la creación, yo estaré con ustedes, amparándolos y protegiéndolos. Confíen en su Madre, hijitos”.

“Les pido que un día, en los medios de comunicación, en el mes de mayo, consagren la niñez y la juventud a Mi Corazón Inmaculado; háganlo en ese mes que me tienen dedicado; háganlo antes de que sea tarde, porque mis consagrados serán el nuevo ejército que estará al frente el día de la Gran Batalla”.

(CA. 165). - El camino corto para llegar a la santidad
Dice la Sma. Madre: “Hijita amada, quiero enseñarles un camino corto que hace llegar con gran rapidez al grado de amor que la bondad divina les ha asignado. Este camino es: abandono en Dios, continua confianza, plena aceptación de toda la voluntad de Dios. Serán verdaderos hijos míos, mis escogidos, si hacen un permanente propósito con perseverancia, con respecto a esos tres puntos. Este propósito no sería posible sin una gracia especial. Les aseguro que yo misma la pido por ustedes al Altísimo, si se deciden en tal sentido”.

“Ustedes son mi familia que yo alimento y hago crecer cada vez más. Deben ustedes saber que yo estoy más interesada que ustedes en su alimento espiritual. Sepan que si quiero, puedo hacerlos crecer mucho más rápidamente de lo que piensan, y así quiero hacerlo”.

“¿Cuántas horas llevan pensando en lo económico, y cuánto tiempo oran? ¿Creen que si oran menos y trabajan más, sus problemas económicos mejorarán mucho? Nunca les pediré que dejen de trabajar; conozco sus aflicciones; pero si empiezan a orar más seguido, llegará un momento en el que su oración será como la parte más importante de su trabajo. Se encontrarán que su mente y su corazón no dejan de hablar con Dios y con su Madre. - De nada sirven las oraciones, los ayunos y las Eucaristías, si no hay amor y caridad entre ustedes. Pónganse en la situación del otro antes de juzgar”.

(CA. 170). - Busquen el alimento espiritual
Dice la Santísima Virgen: “Las madres dan gran importancia al sustento de sus hijos, y si ven que a alguno le falta el estimulo, siguiendo el impulso de su corazón quiere estimularlo con distintos bocados... Así hago yo siguiendo el impulso de mi Corazón lleno de amor por ustedes. El alimento fuerte que quiero darles es estimularlos a cumplir siempre la voluntad de Dios. - No puedo quedarme inactiva mientras un querido hijo mío no entre definitivamente en mi casa. Yo soy su Madre Auxiliadora; debo y quiero ayudar a todos para que estén fortificados en el espíritu. ¡Oh, hijos privilegiados, cuando me vean en el cielo les diré todo lo que mi Corazón de Madre no puede decirles ahora por su bien!. - Entre tanto, asegúrenme su afecto, y denle gracias a la Santísima Trinidad por haberlos provisto de una Madre que los ama intensamente”.

(CA. 174). - Donde hay desunión no está Jesús ni María Santísima
Dice la Sma. Virgen: “Hemos venido advirtiéndoles que pueden llegar a ustedes lobos con piel de ovejas. Infelizmente, hay personas con un desmedido afán de figurar, muy lejos de la humildad. Ellos se han dejado vencer por Satanás, quien infiltrándose en los grupos elegidos, quiere desbaratarlos; unas veces dejando caer el veneno de los chismes e intrigas; otras veces, adjudicándose dones que no les fueron concedidos por Dios. Donde hay guerra, división, falta de paz, soberbia, no podemos estar nosotros, mí Hijo y yo, alentando la desunión. ¿No ven que el maligno está al acecho de los grupos elegidos?”.

(CA. 177). - Ustedes no pueden venir a mí sino por Ella
Dice Jesús: “Hija mía, ¡Si el mundo comprendiera cuán importantes y necesarias son las apariciones de mi Madre! Así como hay un sólo gobernante en cada país y los demás son súbditos, así en el universo hay un sólo Soberano. Pero, de la misma manera que el gobernante terreno se presenta acompañado de su esposa para que el pueblo vea no sólo el rigor de la ley, sino también el amor y la misericordia, así hace el Señor del universo, para que sus súbditos no mueran de espanto al ver sólo su justicia. Por eso, cuando mi Madre les habla, ustedes oyen las palabras de mi misericordia para que se arrepientan, se conviertan y dejen de pecar. Yo, el Señor del universo, no niego a nadie mi misericordia, aunque viva en el lugar más remoto de mi imperio. Yo los conozco a todos, conozco cada uno de los secretos de su corazón. Entonces, no te sorprenda que mucha gente oiga palabras de misericordia. En verdad te digo, que si no se convierten, experimentarán el rigor de la justicia”.

“Mi Madre habla con la gente en todas partes, en el idioma con el que ustedes dicen sus oraciones. Les habla a todos porque la Buena Nueva de su Hijo es para todos. Los hombres se llenan de amor con más facilidad si ven que se parece a ellos; por eso es que aparece con las características físicas de cada país donde se presenta”.


“Yo quiero que cuando piensen en María, nuestra Madre, recuerden que no sólo es la Mediadora de todas las gracias, no sólo es la Reina dotada de todo poder, sino que ella es al mismo tiempo la pequeña niña de Nazaret, joven, hermosa, humilde, llena de piedad, de amor, servicial. Esa humildad fue creciendo incesantemente por obra de mi Padre; y eso es lo más significativo en ella, porque es la “Esclava del Señor” a quien él ha elevado, por su humildad sin medida y su ardiente amor, por encima de todas las criaturas”.

De esta esclava del Señor nací yo, el Salvador del mundo. Ella es sierva, pero también Reina; fue humillada y su Hijo le concedió todo poder sobre el mundo. Es la más pequeña, como la semilla de mostaza de la parábola, y sin embargo, es la primera después de mí. Ella les transmite todas las gracias, y ustedes no pueden venir a mí sino por ella. Sus almas están cubiertas de miseria y pecado, pero yo los resucito a través de la Madre de la iglesia, a través de mi Madre”.

(PC. 3). - Dice Jesús: “Yo estoy presente, no místicamente, sino realmente presente con mi Madre y mis ángeles cuando ustedes rezan. ¡Cuántas oraciones escucho con amor, de las personas que sufren mis dolores! No decaigan en el fervor y el entusiasmo de sus pequeñas y grandes obras. ¡Sigan adelante! ---Solemnemente les digo que ustedes son privilegiados por tantas enseñanzas que reciben, y ahora por todos estos mensajes de su Dios y de su divina Madre”.

(PC. 13 A). - Yo pregunto al Señor: “¿Qué quieres que yo haga o diga al mundo?” El Señor me respondió: “¡Que sufro! Que el mundo ya no es mío porque se ha alejado de mí... Estoy solo, solo”. - No llores, hija mía. Permanece cerca de mí. Oh, permanece cerca, consuélame. El mundo de las almas ya no es mío. Aquellas almas que he salvado con mi sangre, se han alejado de mí. Tengo a mi Padre celestial, a mi Madre, a la corte celestial, ¿pero los hombres? Podría hacerme otra vez niño para morir de nuevo en el Calvario, ¡tanto es mi amor por el hombre!”.

(PC. 14 D). - Dice Jesús: “Mi Corazón santísimo se alegra por el amor que ustedes tienen para con su Señor y mi Santísima Madre. ---“Ustedes, vivan en la divina Voluntad del Padre eterno. Si cumplen mis enseñanzas verán el triunfo de mi divina Misericordia y del Corazón Inmaculado y virginal de mi Madre. Verán también la derrota de aquel orgulloso y soberbio: Satanás, el eterno enemigo.

(PC. 16). - Dice la Sma. Virgen: “En cuanto al castigo tan temido, del mundo depende que éste sea tan fuerte como el dolor que siente mi Hijo, o se aplaque. Con la oración, penitencia y ayuno, hacen que no se determine la 3ª guerra mundial. “Cambien, hijos míos; preocúpense por salvar sus almas y ayudar a salvar almas en el mundo, porque el tiempo es corto. -- Pidan rosarios, llévenlos siempre puestos y pongan a los demás, para protegerlos del mal”.

(PC. 44). - Me dijo Jesús: “Debido a una inspiración, fue el 8 de octubre del año 1483 que se empezó a difundir en muchos países el Avemaría incompleto. Porque debes saber que no fue Domingo de Guzmán el inventor del Rosario, sino que ya se rezaba la primera parte del Avemaría en el año 1150. En lugar de orar los 150 Salmos, oraban 150 Avemarías. Posteriormente, Pío V, a través de una carta o Encíclica, recomienda el rezo del Rosario como se lo reza hoy. Luego, en 1878, León XIII pide que se haga el 7 de octubre la festividad de la Virgen del Rosario, y dedica 12 Encíclicas y 23 documentos (uno luego fue anulado) al rezo del Santo Rosario”.

“Quiero que difundan el rezo y devoción del rosario, porque es promesa de mi Madre, que si al menos un miembro de la familia lo reza todos los días, ella salvará a esa familia. Y esa promesa está rubricada (es decir aprobada) por la divina Trinidad”.

Yo estaba muy molesta, porque esa noche un conferencista, en una plática, había dejado en duda la virginidad de María. Entonces Jesús me dijo:

“Hija mía, ya no estés con ese sabor amargo. Efectivamente, la charla y las discusiones de esta noche no fueron muy edificantes. ¿Comprueban por qué les pido que relean y aprendan mis mensajes y los de mi Madre? Porque así se nutrirán de nosotros, y podrán hacer mejores disertaciones que las de esta noche. - Nadie tiene el menor derecho de poner en duda la pureza de mi Madre. Ella es pureza porque yo soy pureza. Ella es amor porque yo soy amor. Y todo aquel que vive en este amor, vive en mí a través de ella. Ella es como yo; es la más perfecta imagen mía. - Lo que se dijo anoche es fruto de la desacralización, donde ya nada es sagrado; es fruto de la decadencia moral en que ha caído la humanidad, a pesar de las apariencias del hombre”.

“Mi Madre es ejemplo perfecto de confianza y virtud en el plan de Dios. Mi Madre es la Reina de mi Sagrado Corazón porque fue de su Corazón que el Espíritu Santo formó el mío. Las palabras humanas no pueden, son incapaces, de expresar mi amor por Ella. Los hombres necios no se dan cuenta que, todo lo que dicen de Ella, lo dicen de mí; si la acusan a Ella, me acusan a mí... Gracias a ustedes, hijitos, por amarla tanto”.

(PC. 62). - Dice Jesús: “En el cielo no hay muerte, ni temor de morir; no hay dolor, ni enfermedad, ni pobreza, ni calor. Solo hay un día eterno siempre sereno, una primavera continuamente florida y deliciosa, porque todos se aman tiernamente, y cada cual goza del bien del otro como si fuera suyo. En el cielo no hay temor a perderse, porque el alma, confirmada en la gracia divina, ya no puede pecar ni perderse. - Hijitos, en el cielo se encuentra todo cuanto puedan desear. Todo es nuevo: las bellezas, las alegrías. Todo saciará sus deseos. Se saciará la vista viendo aquella ciudad tan magnífica, tan hermosa. Verán que la belleza de sus habitantes, da nuevo realce a la belleza de la ciudad, porque todos ellos visten como reyes; son reyes. ¡Qué placer tendrán al ver a mi Madre, que se deja contemplar más bella que todos! ¡Oírla cantar, alabando a su Dios! --- Todo esto son las dichas menores que hay en el cielo. Su delicia principal será vernos cara a cara”.

“Créanme, hijitos: los santos y mártires dicen haber hecho poco para conseguir el cielo. ¿Qué vale todo cuanto han sufrido comparado con aquel mar de eternos gozos, en el que permanecerán eternamente? - Anímense, hijos míos, a sufrir con paciencia cuanto les toque padecer en este tiempo que queda, porque todo es poco, y nada se compara a la gloria del cielo. Cuando los aflijan los dolores de la vida, levanten los ojos al cielo, y consuélense con la esperanza del paraíso. Allí los espera mi Madre, allí los espero yo con la corona en la mano, para coronarlos como reyes de aquel reino que no tiene fin. - Pidan, hijitos, por la gracia de la perseverancia en la conversión. Quien se encomienda a mi Madre, obtendrá esta gracia. Mediten mi Pasión, y pidan que mi ángel los consuele y fortalezca”.

(PC. 67). - Oren en sus hogares
Me dijo Jesús: “Hija mía, quiero que sepas que durante esta época de gran tribulación, de crímenes, de guerra y de luchas, deseo que mis hijos se revistan con mi amor y mi cruz. Estén alertas porque Satanás quiere siempre destruir la alegría y la paz en sus corazones. Yo los he ido preparando para ser mis soldados; por eso es que necesitan orar. En muchos de sus hogares no están orando; deben hacerlo, ya que sus familias son tabernáculos de mi amor, así como sus cuerpos son el templo de mi Espíritu”.

“Satanás piensa que nadie quiere seguir mi camino porque el hombre sólo desea la libertad de su vida mortal, de los placeres materiales. El universo está en guerra; ustedes no pueden verla, pero están sujetos a su efecto, porque el maligno los quiere hacer sus víctimas. En esta horrible lucha mi Madre ora por ustedes, y trata de enseñarles el abandono, una vida simple, devota y recta con Dios. Pero el hombre se niega a tomar el camino de la espiritualidad. Acérquense a mi Madre, oren con ella, tomen ejemplo de su vida espiritual, silenciosa, profundamente unida a Dios”.

(PC. 92). -Dice Jesús: “Yo quiero derramar muchas gracias sobre ustedes a través de la intercesión de mi bendita y hermosa Madre.

(PC. 94). - Mi Madre, la mujer vestida de sol
Me dijo Jesús: “Hija mía, hablemos sobre mi Madre. Ella es la Mujer vestida de sol. En su Corazón Inmaculado lleva a todos mis hijos. Ella es la Mujer que nació para dar cumplimiento a las Escrituras, para ser Madre del Salvador y Madre de la humanidad. Es la Virgen concebida en pureza y representa la esperanza de la humanidad. Por tanto, aquellos que imploran su misericordia abandonándose a ella, y la reverencian, alcanzan sus favores, como poderosa Reina del cielo y de la tierra que es. Los ángeles se postran ante ella porque es mi Madre, la Madre de Dios. Ella es mi Corazón y es toda como yo”.

“Quienes creen en mí, creen en ella. Aquellos que confían en mí, deben confiar en ella, deben amarla. Ella está cubierta con mi luz. Ella es bendita con virtudes dadas por la Trinidad Santa, y derrama su dulce misericordia sobre ustedes. -Quiero que consideren que no hay nadie como ella. Sin embargo, muchos son reflejo de ella. ¿Cómo no escucharla? Ella susurra a mis oídos sus amorosas oraciones por ustedes. - A través de ella se realizó plan maestro de salvación de mi Padre. Ella es Inmaculada, la siempre pura, la siempre humilde, aquella a quien el mal no se acerca por sus virtudes y belleza”.

“Hija mía, acércate a ella, confíate a ella; porque es tanto su amor por ti, que cada momento me pide un nuevo regalo para ofrecértelo. Yo quiero que el mundo sepa mis verdades a través de ti, para llevar adelante el regalo de la misericordia divina a los hombres de hoy. Es un último grito desesperado de su Dios, por salvar a la humanidad”.

1 Responses to Meditemos con gran amor la voz de Dios

  1. MAR RIVAS Says:

    DIOS LO BENDIGA POR TOMARSE EL TIEMO EN INSTRUIRNOS EN NUESTRA FE.
    ES DE GRAN AYUDA PARA PODER CAMINAR EN EL ARIDO DESIERTO. MUCHAS GRACIAS.